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Lieke Verrijt

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El papel de las emociones y del sistema nervioso en el dolor crónico

El dolor crónico es una experiencia profunda que va mucho más allá de una simple molestia física. Afecta la vida diaria, las relaciones y el bienestar general.

Mientras que el dolor agudo tiene una función protectora clara, nos avisa de un peligro, el dolor crónico suele ser mucho más complejo. Dos factores importantes desempeñan aquí un papel fundamental: las emociones y el sistema nervioso.

 

Emociones como amplificadores o suavizadores

El dolor siempre se percibe en el cerebro. Allí se le añaden automáticamente emociones y significado. Esto explica por qué la misma sensación física puede ser mucho más dolorosa para una persona que para otra.

  • Emociones negativas como el miedo, el estrés o la tristeza aumentan el dolor. El cuerpo se tensa y el sistema nervioso se vuelve más sensible.
  • Emociones positivas como la relajación, la esperanza o el apoyo de los demás reducen el dolor. El cerebro activa áreas que disminuyen la señal del dolor.

Así suele crearse un círculo vicioso: dolor ➝ emociones negativas ➝ más dolor.
A veces el propio cuerpo utiliza el dolor para distraernos de una emoción difícil. Un ejemplo es la migraña: en lugar de sentir miedo, el cuerpo provoca una crisis que ocupa toda la atención. Lamentablemente, el miedo a la próxima crisis puede empeorar los síntomas.

 

El sistema nervioso como protagonista

El sistema nervioso es la autopista de las señales de dolor. Normalmente, solo envía mensajes cuando hay un daño real o un peligro.

Con el dolor crónico, este sistema puede volverse hipersensible. A esto lo llamamos sensibilización.

  • La médula espinal y el cerebro suben el “volumen” de las señales de dolor.
  • Incluso un ligero roce o un pequeño esfuerzo pueden resultar dolorosos.
  • El estrés y la falta de sueño mantienen el sistema nervioso en estado de alerta, lo que perpetúa los síntomas.

 

La conexión entre mente y cuerpo

Las emociones y el sistema nervioso se influyen mutuamente de manera constante:

  • El miedo o la tristeza ➝ activan el sistema nervioso.
  • Un sistema nervioso sobre estimulado ➝ provoca más emociones negativas.

Así se genera una interacción compleja que explica y mantiene el dolor crónico.


¿Qué puede ayudar?

La buena noticia: este proceso se puede revertir. El tratamiento suele centrarse tanto en el cuerpo como en la mente. Por ejemplo:

  • Intervenciones psicológicas (como el Método de reset del dolor o la terapia cognitivo-conductual).
  • Relajación y mindfulness para calmar el sistema nervioso.
  • Movimiento para recuperar la confianza en el cuerpo y reentrenar el sistema nervioso.
  • Alimentación que apoye en lugar de sobrecargar al organismo.

En mi consulta acompaño a las personas paso a paso para recuperar el equilibrio entre emociones, cuerpo y sistema nervioso. Esto aporta más calma, control y calidad de vida.


Conclusión
El dolor crónico es mucho más que un problema físico. Las emociones y el sistema nervioso desempeñan un papel crucial en cómo se experimenta el dolor. Comprendiendo mejor e influyendo en ambos, hay margen para la recuperación y una vida más valiosa.

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